Melva jugaba a enseñar: con tizas de colores escribía letras y números en las paredes de su casa. Sus estudiantes eran las muñecas, además de María Victoria, su hermana mayor y compañera de travesuras. También, se divertía soñando que era la gerente de una gran empresa. Esos pasatiempos infantiles motivaron, en gran medida, su interés por la docencia, la Economía y la Administración.
Estudió en un colegio femenino con énfasis en Pedagogía. Era la mejor de la clase de Español, Artes y Matemáticas. Recuerda con especial cariño las poesías que recitaba enfrente de sus compañeras, así como su participación en el grupo de música institucional, interpretando el piano y la guitarra.
Cuando terminó su bachillerato, y con tan solo 16 años, empezó a trabajar como profesora en un colegio. Allí le dictaba clase a niños de tercero y cuarto de primaria, que la reconocían como la ‘profe’ alta, por sus 1,78 m de altura.
Tiempo después, decidió ingresar a la universidad. Guiada por su habilidad para las Matemáticas, comenzó a estudiar Economía. Sin embargo, a pesar de las opiniones de su familia, decidió hacerlo en la jornada noctura para continuar con su anhelo de ser docente en el día. Fueron cuatro años de mucho esfuerzo, en los que con su salario cubrió todos sus gastos. Finalmente, mientras terminaba la carrera, empezó a trabajar en su disciplina y tuvo que dejar la enseñanza.
Emprendió su vida laboral en Asohofrucol, una organización gremial y agroempresarial en la que se desempeñó como asistente de cadenas productivas y a la par realizó consultorías para diferentes empresas.
Cierto día, la docencia volvió a llamar a su puerta: un conocido la invitó a dictar las cátedras de Macroeconomía y Microeconomía en una pequeña universidad. Después, participó en la orientación de la unidad de emprendimiento en esa institución y se destacó como líder de investigación, guiando a los estudiantes de forma personalizada.
Por si fuera poco, estaba vinculada a una organización que brindaba asesorías en aspectos económicos, administrativos, financieros y contables a diferentes compañías. Su vida se repartía entre los dos mundos, el de la educación y el de la empresa, permitiéndole contrastar la teoría con la práctica.
La ‘profe’ Melva empezó a trabajar en el programa de Administración de Empresas de la Fundación Universitaria Los Libertadores en el año 2014. Esto le ha permitido formarse como investigadora y ser reconocida por su trabajo académico.
Su relación con los estudiantes la construye a través de la lúdica y la didáctica: “Cuando un tema es muy complicado como, por ejemplo, teorías y políticas económicas, siempre me invento juegos o dinámicas que les permitan a los jóvenes aprender y divertirse en clase”, aseguró. Sus métodos de enseñanza son reconocidos, pues ha contado con la mejor evaluación promedio para un docente de tiempo completo desde que llegó a la Facultad de Ciencias Administrativas.
La docente afirma que los grandes motores de su vida son su familia, que la han apoyado en la construcción de sus metas, con cariño y aplomo, y sus compañeros de trabajo. “Con los profesores, mis colegas, he podido reír, compartir y, sobre todo, aprender. Les tengo gran aprecio”, dijo.
Gracias a su dedicación, su innovación pedagógica y sus conexiones con organizaciones del sector empresarial, el año pasado obtuvo el máximo reconocimiento de la Institución, el galardón Profesor Libertador. Nos enorgullece contar con una profesora como Melva quien dedica su vida a la vocación docente.