El leve sonido de lo que podría ser una balada en español, es la música que acompaña permanentemente a una mujer sonriente, de mirada transparente, quien siempre tiene en sus manos documentos, lapiceros o el teclado del computador de la secretaría de la Facultad de Ciencias de la Comunicación y Humanidades de la Fundación Universitaria Los Libertadores.
Ella es Martha Mora Rojas, conocida por estudiantes y docentes como “Marthica”, quien se desempeña como secretaria en nuestra Institución desde hace más de 25 años. Con su sonrisa y su disposición al servicio, día a día ayuda a todas las personas que necesitan de una guía amable.
“Estudié Secretaría General en el Sena. Cuando llegué aquí mi hijo mayor tenía dos años, hoy está terminando su universidad. Ha pasado mucho tiempo, definitivamente Los Libertadores ya hacen parte de mi familia. Cuando llegué empecé en el Departamento de Investigaciones, después en la Facultad de Educación, seguido a eso Planeación, pasé también por Registro y Control, Administración de Empresas y finalmente a Comunicación, donde llevo 10 años”, aseguró la cara más amable de la Facultad.
Marthica intenta distribuir el tiempo entre su casa y sus tareas laborales, pero como ella dice, mientras sonríe: “le dedico muchas horas a mi trabajo, mi horario es diferente, no es convencional”. Su esposo y sus dos hijos, a quienes ama con su corazón, no solo admiran a esta luchadora, sino que también la apoyan incansablemente. Su hija menor, quien está a punto de salir del colegio para estudiar Gastronomía, la espera cada noche y habla con ella por más de una hora sobre de todo lo sucedido en el día.
En medio de esta entrevista, llegó a la ventanilla de la secretaría una estudiante, quien reflejaba una tristeza inusual en su rostro. Ese sentimiento cobró profundidad al hablar. Marthica se inclinó hacia la ventana y le preguntó qué le pasaba, en lugar de preguntarle qué necesitaba, como sucede habitualmente. La estudiante afrontaba una calamidad doméstica y solicitaba orientación para soportar la ausencia de la semana pasada por dicha situación. La respuesta de nuestra colaboradora no solo fue orientar a la estudiante sobre los documentos que debía presentar para justificar su ausencia en clase, sino que le dictó cómo debía redactar la carta que soportara el trámite.
“Todos los días aprendo de las personas que uno menos lo espera. En una ocasión una chica que me dijo que no tenía dinero para su matrícula, yo le sugerí hacer una rifa. Y así fue, hizo la rifa, recaudó lo necesario. Después de unos días vino la niña y me dijo que yo era la ganadora de la rifa”, comentó Marthica en medio de una sonora carcajada. “Fue significativo, porque sentí la satisfacción de haber aportado de alguna manera a que la estudiante pudiera seguir estudiando”.
El amor es el secreto, afirma nuestra colaboradora cuando explica que una de sus fortalezas es la buena y oportuna atención, porque “cuando uno hace lo que le gusta, deja de ser un trabajo porque se da lo que es parte de uno”.
“Cuando yo atiendo a los estudiantes, los trato como mis hijos, porque pienso en ellos y digo que si el día de mañana mis hijos necesitan una orientación, espero que los atiendan como yo. Trato a la gente como quiero que traten a mis hijos”, agregó Marthica con su dulce voz.
“Invito a mis hijos de Los Libertadores a que asuman el estudio con seriedad, con amor y responsabilidad porque en eso se van a desempeñar el resto de sus vidas”, concluyó la cara amigable de la Facultad.