Daniel Espitia, periodista de la Dirección de Comunicaciones.
Una parte importante de su vida la ha pasado entendiendo y reflexionando sobre el impacto y la importancia de la educación en nuestras vidas. Como decana ayuda a impulsar proyectos que contribuyan a una educación más cercana e incluyente.
Lorena Martínez Correal es Licenciada en Educación y decana de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales en La Fundación Universitaria Los Libertadores, cuenta con una especialización en Educación y orientación Sexual, es magíster en docencia e inició estudios de doctorado en Educación.
¿Qué ha significado para ti ser educadora?
No habría escogido una profesión diferente, cuando empecé a estudiar me imaginaba trabajando siempre en un colegio pequeño, con niños de transición y primaria, eso siempre me ha parecido hermoso, especialmente porque la educación impacta todos los ámbitos de la vida.
Quienes no pueden estudiar desde sus primeros años tienen mayores desafíos en entender la dinámica del mundo. Gracias a la educación sabemos cómo nos comportamos y aportamos en la sociedad. Ser profesor es mucho más que enseñar un tema, es transformarse uno para ayudar a transformar a otros y a la sociedad.
Por medio de su profesión las personas hacen una contribución a la sociedad, al mundo, y por hacer bien eso se da una recompensa monetaria. No estudiamos únicamente para ganar dinero, lo hacemos para servir desde lo que sabemos hacer.
En los salones pasa algo mágico, se dan esos momentos en los que los estudiantes muestran o descubren su pasión por lo que están aprendiendo. Se ve cómo se sienten identificados con eso que decidieron estudiar. Saber que hago parte y ayudó en ese proceso me llena de felicidad.
¿Hacia dónde va la educación?
Particularmente en esta hay unas posibilidades muy interesantes, no se necesita una edad, puedes ser educadora toda la vida. La educación siempre es necesaria, se debe integrar con la pedagogía, la didáctica, pero debemos enfocarnos más a que sea una educación de cercanía, enfocarnos al servicio al otro, reconocer a quienes son diferentes, apoyarlos cuando se necesite, ayudar a que entre todos nos fortalezcamos.
Lo que queremos es que la gente tenga una mejor calidad de vida, el reto es inculcar una cultura en la que estudiar no se sienta como una tarea larga y agobiante, sino como un camino que disfrutamos recorrer, y que como con toda acción o placer en la vida, presenta una serie de responsabilidades y compromisos para hacerla bien.
¿Cuál ha sido la mujer que más te ha inspirado, personal y profesionalmente?
Hay varias, una de ellas es Maria Montessori, ella es una educadora pionera de la pedagogía, ella llegó a la educación por el amor a su hijo. Es un gran ejemplo del compromiso con la primera infancia, con atender y formar a los niños en sus primeros años de vida, ella era médica y madre soltera, pero se dedicó a criar a su hijo, pese a que en ese tiempo era mal visto socialmente estar soltera.
Otra mujer que me inspira es Rita Montalcini, educadora que fue también médica, en el 86 premio Nobel de Neurociencias. Descubrió que sin importar la edad, resolver problemas hace que las conexiones sinápticas mantengan a nuestro cerebro activo, a pesar de que con la edad se van perdiendo neuronas, ejercitar la mente ayuda a tener una buena condición neuronal.
Nosotros vinimos al mundo en general a resolver problemas, obviamente también a ser felices, a aprender, a amar y a vivir bien, pero en últimas, lo que hacemos día a día es resolver problemas. Esto es inspirador, muchas de estas situaciones a vencer se dan en nuestro campo profesional, en nuestra misión, eso nos hace mejores.
Todo esto nos hace aprender, aprender a vivir, ya sea con la pandemia, con la riqueza o pobreza, a relacionarnos, constantemente estamos aprendiendo, al final estas dos mujeres nos enseñan esto.
¿Cuáles han sido las claves de tu éxito como educadora?
Son varias cosas, estoy convencida que hay un ser superior, para mí es muy importante sentir una conexión con alguien que está en alguna parte del mundo. Creer en esa existencia que voy a llamar Dios me llevó a un libro, “el momento del ahora”, después de mucho tiempo aprendí a no ser una educadora reactiva, me ha costado pero he aprendido a no responder de inmediato al presentarse situaciones problemáticas, sino sentarme a pensar.
Hay una filósofa que se llama Hannah Arendt, ella también me ha ayudado mucho a primero detenerse a comprender una situación y después tomar una decisión y actuar. Si nosotros aplicamos eso tendríamos un mejor relacionamiento con los demás. Somos muy emocionales, ante lo bonito respondemos bonito, ante lo feo respondemos feo.
También una clave para mi es el comprender, comprender la institución, sus necesidades y las personas que me rodean en mi trabajo me ayuda a trabajar mejor y de forma más agradable con este grupo de personas maravillosas con las que comparto.
¿Un mensaje para todas las mujeres para que lo recuerden siempre?
¡Déjelo ir! Somos seres muy sensibles, nos quedamos fácilmente con los errores o las faltas de los demás. Debemos dejar de pensar tanto en eso y entender que lo ocurrido se pudo dar porque no era un buen momento, yo lo provoqué o no se dieron las cosas, todo eso siempre nos deja una enseñanza.
¿Cómo recuerdas tu paso por Los Libertadores?
Siento a Los Libertadores como mi casa, empecé a trabajar acá desde el 87. Algo le pasa a Los Libertadores y con mi familia nos alegramos, algo no tan bueno sucede y nos entristecemos, ¿por qué? porque la institución hace parte de nuestra vida. En mi caso me formé acá, trabajé acá, me fui un tiempo pero siempre algo hace que regrese acá, los directivos siempre me han demostrado un gran cariño.
Las personas es lo que más recuerdo de todo este tiempo en Los Libertadores, siempre tienen la intención de ayudar, guiar y colaborar.