“La experiencia con mis estudiantes ha sido bien importante, con ellos he aprendido a ser compasivo. Sé que a veces pasan dificultades por eso los comprendo y los ayudo. También les exijo, claro está, porque quiero que sean mejores y vuelen solos”, afirma.
La primera vez que le propusieron a Juan Carlos dictar clase contestó con un rotundo: “Yo no sirvo para eso”, y es que toda la experiencia de este ingeniero industrial estaba en empresas internacionales y de consumo masivo. Trabajó de cerca en compañías de medios e, incluso, fue director de Circulación y Mercadeo para Editorial América.
Sin embargo, interesado por la tecnología, tuvo su primer acercamiento con la educación desarrollando cursos virtuales. Tiempo después, un amigo lo llamó, de urgencia y a última hora, para cubrir una vacante como profesor. En un primer momento, pensó que el oficio sería parecido a su quehacer anterior “liderando equipos de trabajo”, así que decidió probar suerte.
Al cabo de un semestre, la buena energía que le irradiaba a los jóvenes dio fruto y las valoraciones por parte de los estudiantes fueron las mejores. Posiblemente la vida le estaba indicando un camino y él, decidió seguirlo.
Poco a poco, dictar clase se volvió en una pasión y su relación con los estudiantes fue cercana, los jóvenes le recordaban sus épocas de universidad en las que, con el cabello largo y pantalones bota campana, cataba y tocaba guitarra imitando a Carlos Santana, Elton John o Elvis Presley.
Aunque Juan Carlos es oriundo de Caldas, llegó a Bogotá cuando tenía 12 años. Su adolescencia transcurrió en el Colegio Franciscano del Virrey Solis, una institución en la que fue un juicioso estudiante y un destacado jugador de baloncesto. Los números eran su fuerte, sacaba siempre 5 en matemáticas.
La Universidad Javeriana, su alma máter, fue una universidad exigente y al mismo tiempo un reto, sus buenas notas no eran más que la manera de agradecerle a sus papás los esfuerzos para costear una educación de calidad.
Tras una basta experiencia en el sector empresarial, llegó a Los Libertadores en calidad de docente del Programa de Ingeniería Industrial, un cargo que ha ejercido por más de una década. Actualmente, también se desempeña como consejero estudiantil del Programa de Permanencia y Prevención Oportuna (PYGO).
La docencia se convirtió para él en una manera de “olvidarse del mundo” y dedicarse a la alegría que le produce la gente joven, también, ocupó un espacio en su vida para mitigar el dolor de otros reveces del destino.
A el ‘profe’ le gusta la literatura colombiana, su novela favorita es “El Amor en Los Tiempos del Cólera”, esa historia en la que García Márquez narra un romance eterno. Él, al igual que Florentino Ariza, estuvo enamorado de Fermina Daza, la protagonista del relato.
Muchas de sus tardes, las acompaña con una taza de café y Smooth Jazz, una corriente musical suave de mediados de los 80’s que mezcla blues, funk y pop.
Con el pasar del tiempo, Juan Carlos encontró su vocación, que más allá de la docencia, es la posibilidad de tocar las historias de vida de sus estudiantes, a quienes siempre espera en su oficina para una charla amistosa.