Jaime, hijo de una familia boyacense, creció escuchando los ritmos folclóricos colombianos que se reproducían en un antiguo tocadiscos, en la sala de su casa. Canciones como “Pueblito viejo”, del compositor José A. Morales, o “Al sur”, del cantautor Jorge Villamil, hacen parte de la banda sonora de sus primeros años de vida.
Su pasión por la música inició cuando tenía doce años, cursaba segundo de bachillerato y un profesor le enseñó a interpretar la flauta dulce -la que nos acompañó a todos en el colegio- y la guitarra. Al cabo de un tiempo, conformó con otros compañeros el grupo representativo del colegio. Con nostalgia, recuerda las primeras presentaciones tocando melodías del folclore andino y baladas en eventos institucionales, reuniones de padres de familia y días especiales.
Una canción que marcó su infancia y adolencencia fue “Un gato en la oscuridad” del artista brasilero Roberto Carlos, ídolo de las generaciones de los sesentas y setentas. En ese momento vivía en el barrio Glorieta de las Américas, al suroccidente de Bogotá, un sector que, para esa época, era apenas un conjunto de casas en medio de terrenos cercados por árboles y flores.
“Cuando era un chiquillo qué alegría; jugando a la guerra noche y día, saltando una verja, verte a ti, y así, en tus ojos, algo nuevo descubrir”, canta con voz suave y armonioza el profe Jaime acompañado por su guitarra.
El amor por las cumbias, los pasillos, los bambucos y el folclore, en general, lo motivó a estudiar música. Sin embargo, y como era de esperarse, no recibió el apoyo necesario. “En esos años, estudiar cualquier carrera relacionada con el arte no estaba bien visto. Las personas pensaban que era un camino para temas negativos. Las cosas han cambiado bastante”, asegura con alegría.
En medio de esa búsqueda, se le “apareció la virgen”, como él mismo dice. La Fundación Universitaria Los Libertadores necesitaba, para el área de bienestar, un profesor de música, así que participó en la convocatoria. Gracias a su gran capacidad musical y talento, no solo se quedó con el cargo, sino que fue becado para estudiar Periodismo en la Institución.
Durante el día, se preparaba y dirigía al grupo de música colombiana y andina de la Comunidad Libertadora. En las noches, decidió seguir sus sueños y estudiar Ritmos Folclóricos en la Academia Luis A. Calvo.
Entre clases y presentaciones, han trascurrido casi veintiséis años de su labor en la Institución. Durante su trayectoria, el docente ha grabado tres discos: “Su majestad la flauta” (1999), “Recorriendo nuestra Colombia” (2006) y “Vamos pa’ el sur” (2017). Próximamente, terminará una producción de ritmos fusión, que mezcla instrumentos tradicionales y electrónicos.
Además, recientemente estuvo en Múnich (Alemania), presentando una muestra de nuestro folclore y aprovechó para recorrer el viejo continente. En la búsqueda de ritmos andinos, ha visitado Ecuador, Perú, Bolivia y Uruguay.
Según el profe, el talento musical se puede desarrollar, sin importar la edad, pues todos llevamos una melodía en nuestro interior. Su único propósito durante el tiempo en el que ha estado en la Institución, ha sido enseñar y compartir composiciones que alegren la vida de las personas.
Bromeando, Jaime dice que no es un profesor sino un terapeuta: los jóvenes van a las clases para sacar el estrés de sus jornadas laborales y estudiantiles. Él los apoya y asegura que “la música es una catarsis”.