Queridos graduados 2018:
Esta es una buena ocasión para detenernos y hacer unas breves reflexiones sobre dos temas relevantes: Primero, qué nos hace únicos en Los Libertadores. Y segundo, hablarles sobre el momento que vive Colombia.
¿Por qué alguien querría estudiar en Los Libertadores? ¿Por qué nos eligen nuestros estudiantes? Y algo mas: ¿Qué estudiantes queremos formar?
Esta es mi respuesta: Queremos contribuir a educar personas para que sean felices más que ricos, personas que entiendan el valor de las cosas y no solo su precio.
Queremos contribuir a formar profesionales que no solo se ganen la vida, sino, fundamentalmente, que la vivan plenamente. Que disfruten lo que hacen día a día, que lo hagan con pasión, compromiso, que aprecien cada oportunidad que la vida les brinda para ser felices. Que sean capaces de crear esas oportunidades. Nuestro propósito va más allá de los conocimientos y abarca al ser humano en su integralidad.
Ustedes mas que nadie, conocen el valor de una buena educación por el compromiso que han hecho para estar sentados hoy aquí, recibiendo su diploma. Es el valor del esfuerzo de trabajar y estudiar al mismo tiempo. El valor del esfuerzo de juntar recursos familiares de muchas fuentes para continuar estudiando semestre tras semestre.
El resultado de ese esfuerzo son seres humanos empoderados y responsables de transformarse a si mismos. Imagino que la satisfacción de recibir el diploma es doble: por cumplir con todos los cursos y requisitos académicos, pero también por nunca rendirse y siempre sobrepasar los obstáculos que se presentan.
Son mejores seres humanos porque han aprendido el valor de la independencia, la responsabilidad y la disciplina. Porque al entender el valor y no el precio de las cosas, saben que la herramienta es la educación, no el dinero.
Ustedes, queridos graduados del 2018, son tan buenos y competentes como los mejores estudiantes de cualqueira de las universidades públicas o privadas de Colombia. Nunca olviden esto.
Porque entender cabalmente el valor de las cosas es algo que viene de adentro de nosotros, de reconocernos, aceptarnos, querernos, y en esa misma medida, reconocer y respetar a los demás. Viene de saber que lo que hace grande a un ser humano no es la ropa que viste, los lugares que frecuenta o el tamaño de su cuenta bancaria, sino su capacidad de servir y ser solidario, de aportar a su comunidad y cuidar el medio ambiente. La capacidad de vivir practicando los valores universales que nos identifican y nos unen como seres humanos.
Comprender el valor verdadero de las cosas nace de una experiencia de vida. No es teoría sino práctica. Y todos Ustedes la tienen y por eso no solo están de tú a tú con los estudiantes de cualquier universidad de Colombia, sino que quizás tienen algo más que los caracteriza, los hace diferentes. Es ese algo que nace del empeño, de la determinación y la valentía que Ustedes y sus familias han tenido durante estos años, para estar hoy aquí concluyendo una etapa clave que cambiará sus vidas.
Y hablo de valentía porque siento que son un ejemplo de voluntad y perseverancia. Y eso, es lo que mejor forma a un ser humano.
El verdadero profesional no sólo tiene saberes académicos, sino que posee un sentido social amplio, un compromiso con su comunidad, un pensamiento crítico y es capaz de plantear soluciones a problemas que transforman la vida de las personas.
Ese es nuestro elemento diferenciador: formamos ciudadanos integrales, libres, creativos, tolerantes, que piensan por sí mismos y que son capaces de impulsar los cambios para hacer un mundo mejor.
La segunda reflexión que les quiero dejar hoy, muy ligada a ésta, me surgió al leer hace poco una entrevista de Francisco de Roux, el Director de la Comisión de la Verdad creada dentro de los acuerdos de paz, que se resume en una breve frase que es el titulo de la nota: “La paz viene de adentro”.
Y me permito citarlo textualmente: “La paz social empieza por nosotros mismos. Tener un corazón en paz es posible si en primer lugar comprendemos que hay que dedicarle todos los días un rato al silencio, para que escuchemos lo más hondo que hay en nuestro interior. Esto nos ayuda a aceptarnos a nosotros mismos como somos y nos invita a ser compasivos con los demás, nos permite comprender nuestra fragilidad y nuestra vulnerabilidad, y nos ayuda a comprender que también los otros son frágiles y vulnerables”.
Haciendo la analogía entre la reflexión sobre nuestra universidad y la paz de Colombia, encontramos que más allá de los acuerdos y su cumplimento, de leyes y reformas, más allá de todo lo institucional que sin duda es fundamental y necesario, hay unos aspectos claves para esa paz que dependen de cada colombiano y de su condición interior. Es la dimensión individual de la paz.
En lo personal y luego de trajinar intensamente por más de 35 años en estos temas del conflicto y la reconciliación, he llegado a la misma conclusión que De Roux: La paz empieza con cada persona y este aspecto hace parte de la ecuación de la reconciliación, al igual que los asuntos políticos, legales o institucionales. La paz se hace sostenible en el corazón y en las acciones de cada persona. En la experiencia cotidiana y forma de vida de cada uno de nosotros.
Dicho de otro modo: Lo que no tengo adentro, no lo puedo buscar afuera por la sencilla razón de que no puedo reconocerlo. Solo podemos Ser en la vida social, lo que ya somos como seres humanos.
Este es mi sentir y se los quiero compartir: La paz de Colombia nace en la práctica de vida de cada uno de nosotros y ese cambio individual se convierte en uno colectivo en el cual todos aportan y cumplen con su responsabilidad: Los ciudadanos, El Estado, las instituciones, los empresarios, la cooperación internacional, todos.
La unión de propósito y acción colectiva por la democracia, las buenas políticas públicas y la cooperación de todos los sectores en pos de la reconciliación, nace, en primera instancia, en el compromiso individual de cada uno de nosotros con esos objetivos. Es la experiencia individual que produce cambios colectivos.
Para convertirnos en el cambio debemos ser primero el cambio. Para contribuir a la paz de Colombia, debemos primero ser la paz dentro de nosotros mismos. De otra forma, no es real.
Amigos graduados:
Hoy se han abierto en Colombia oportunidades como nunca antes había sucedido en los últimos 50 años. Poco a poco dejamos el miedo y nos empoderamos para emprender nuevos retos como nación y como personas. Poco a poco sentimos como en sectores claves para la economía de nuestro país se empiezan a abrir posibilidades que están a disposición de quien con juicio, orden y buenas ideas, quiera arriesgar y aprovecharlas.
Ustedes están plenamente capacitados y listos para, literalmente, abalanzarse sobre estas oportunidades. Es el momento de atreverse. De salirse de la corriente que solo ve los problemas y los obstáculos y buscar esas oportunidades. No se trata de ocultar la realidad y las dificultades. Al contrario, se trata de reconocerlas pero ir más allá. Los invito a no quedarse paralizados por el diagnóstico, sino a jugarse por transformar la realidad. A tener una visión que traspase el pesimismo y sea capaz de crear soluciones.
Cada uno de Ustedes sabe bien como avanzar en medio de esas situaciones que a veces se nos presentan como tormentas. Ustedes son competentes porque se han hecho a pulso.
Todas sus vivencias en Los Libertadores no sólo se concretan en nuevos saberes, sino también en experiencias capaces de abrirles ese camino hacia las aportunidades.
Atesoren cada gota de sudor que han derramado en esta larga carrera de convertirse en profesionales con calidades humanas. Ahí radica el valor de lo conseguido.
Esta sumatoria de experiencias además, es fundamental en nuestra búsqueda de la felicidad. Una felicidad entendida, no como un punto de llegada, sino como un camino. Un permanente andar por la vida, sabiendo que somos la creación de nosotros mismos y que todo, éxitos y fracasos, dolores y alegrías, orgullos y vergüenzas, se pueden transformar en lecciones relevantes para vivir más conscientes de lo que somos y podemos lograr y para encontrar nuestro propósito y sentido de vida.
Y otra cosa, reflexionando sobre esta época que nos ha tocado vivir: Hay momentos decisivos en la historia de las naciones, en los cuales la patria demanda el compromiso, talento e involucramiento de sus hijos. Colombia atraviesa hoy una coyuntura como esta. El país nos necesita, los necesita a Ustedes, nuevos profesionales. Hay heridas por sanar y realidades por transformar. Hay tareas pendientes y la necesidad de una construcción colectiva en la cual todos aportemos. Estudiamos no sólo para nosotros, sino para hacerle bien a la sociedad.
Queridos estudiantes,
Permítanse soñar en grande en esta nueva etapa de vida que hoy comienzan. La promesa que traen esos sueños es tener una vida con propósito.
Confíen en lo que tienen y en lo que son. Sepan que el mayor tesoro ya es de Ustedes, y es su propia capacidad de entender el valor que tienen las cosas, el valor de la educación que han recibido.
Escriban su propia historia. Juéguense a fondo en todo lo que emprendan. Entreguen todo que al hacerlo, más oportunidades se abrirán en sus caminos. Escuchen lo que su corazón tiene para decirles. Lo que define nuestra felicidad no son solamente las circunstancias que nos rodean, sino, esencialmente, la condición interior con la cual las atravesamos.
No le teman a la incertidumbre y a la vulnerabilidad porque, en mi propia experiencia, de esos momentos de duda y confusión, nacen los grandes cambios y los nuevos comienzos. Es como renacemos. Atrévanse y no importa si fallan porque de ahí sacarán valiosas experiencias para la próxima vez que lo intenten, porque de eso se trata: Intentarlo hasta lograrlo.
Contribuyan al bien común en la certeza de que vida se trata más de dar que de recibir. Busquen la inspiración que necesitan para liderar en su interior, en las experiencias que han vivido. Esa fuerza que los hace únicos es el motor de su liderazgo. La historia –su historia- continúa. Fijen un nuevo rumbo, un nuevo objetivo, encuentren su pasión y su causa, y empiecen otra vez.
Y algo muy importante: Disfruten la vida!
Hay un dicho que dice que las flores no compiten entre sí, simplemente florecen. Este es mi deseo para todos y cada uno de Ustedes: florezcan por lo que son, sin compararse con los otros, busquen la fuerza y todo lo que necesiten en lo que son interiormente, en la riqueza de sus experiencias. Colombia y el mundo los necesita.
Muchos éxitos para todos!